A simple vista, la Gran Avenida José Miguel Carrera es solo una de las principales arterias de Santiago, una extensa vía que conecta el centro de la ciudad con la periferia sur. Pero bajo su asfalto y su frenética actividad diaria, esta avenida esconde una historia que se remonta a siglos atrás, a tiempos en que los caminos no eran de concreto, sino de tierra y polvo, transitados por indígenas y conquistadores.

Los orígenes: Un camino ancestral

Mucho antes de que la Gran Avenida recibiera su nombre actual, su trazado ya existía. Se cree que formaba parte del Camino del Inca, una extensa red vial prehispánica que conectaba el Tahuantinsuyo. En tiempos coloniales, este sendero se convirtió en el Camino Real de Tango, una ruta clave que enlazaba Santiago con el sur del país. A lo largo de este camino, los viajeros encontraban tambores o postas, donde podían descansar y reabastecerse antes de continuar su trayecto.

La llegada del progreso: Tranvías y peajes

Con el crecimiento de Santiago en el siglo XIX y principios del XX, la necesidad de mejorar las vías de comunicación se hizo evidente. En 1900, se inauguró el primer tramo del tranvía que conectaba la ciudad con San Bernardo, un hito que revolucionó el transporte de la época. Para hacer más eficiente la organización de los paraderos, se estableció una numeración secuencial que aún sobrevive en la memoria de los santiaguinos: desde el paradero 1 en el Zanjón de la Aguada hasta el paradero 41 en San Bernardo.

En 1928, en un intento por financiar el mantenimiento de la ruta, se implementó un peaje en los sectores de Lo Vial y Lo Ovalle. Sin embargo, esta medida no fue bien recibida y fue eliminada en 1930 con la promulgación de la Ley de Caminos.

La transformación urbana: De camino de tierra a avenida moderna

El desarrollo urbano trajo consigo la pavimentación de la Gran Avenida en 1927. Se diseñaron dos pistas por sentido y un amplio paseo central de 12 metros, donde circulaban los tranvías y se instalaron postes de electricidad. Con el cierre del sistema de tranvías en 1948, el espacio del bandejón central se redujo para dar paso a más vías para vehículos motorizados.

En paralelo, la avenida comenzó a consolidarse como un eje de desarrollo comercial y residencial. En 1956, la Dirección de Vialidad realizó el primer ensanche significativo entre los paraderos 12 y 17, adaptando la vía al creciente flujo vehicular.

Un nombre para la historia

A pesar de su importancia, la avenida aún no tenía un nombre oficial que la identificara de manera única. Fue recién en 1961, mediante la Ley 14652, cuando se le otorgó el nombre de Gran Avenida José Miguel Carrera, en honor al prócer independentista chileno. Desde entonces, esta vía ha sido testigo del crecimiento, los cambios y la vida cotidiana de millones de santiaguinos.

Reflejo de una ciudad en movimiento

Hoy, la Gran Avenida es mucho más que una simple carretera. Es un testimonio vivo de la evolución de Santiago, un eje que conecta el pasado con el presente y que sigue siendo un punto neurálgico en la vida de la ciudad. Su historia nos recuerda que las calles no son solo asfalto y concreto, sino huellas del tiempo, caminos que nos cuentan quiénes fuimos y hacia dónde nos dirigimos.