Cuando uno piensa en la gran Nintendo, vienen a la mente personajes icónicos como Mario, Link y Pikachu. Lo que no muchos saben es que esta empresa no siempre fue una fábrica de sueños digitales. De hecho, si hubieras viajado a Kioto en 1889, en lugar de consolas hubieras encontrado… cartas. Sí, Nintendo empezó vendiendo cartas hanafuda. Porque, obviamente, nada dice «imperio del entretenimiento» como un mazo de naipes para juegos de azar.

De las cartas a la ambición tecnológica (con unas cuantas curvas raras en el camino)

Durante las primeras décadas, Nintendo trató de hacer negocio como pudo. No contentos con las cartas, en los años 60 probaron suerte con cosas tan diversas como taxis, arroz instantáneo e incluso hoteles del amor. ¿Taxis y moteles temáticos? Seguro que alguien en la junta pensó: «¿Y si también hacemos videojuegos?». Por suerte, alguien tuvo la sensatez de cerrar esos experimentos.

El nacimiento del Mario-verse: Bienvenido, fontanero

Fue en 1981 cuando Nintendo pegó el primer gran golpe: Donkey Kong. Un tipo con un peto rojo y un bigote que salva a una chica secuestrada por un gorila gigante. La trama, simple pero efectiva. Claro, en ese momento nadie imaginó que ese extraño personaje, luego bautizado como Mario, se convertiría en el rey absoluto del gaming.

Y aquí viene la ironía: Mario no fue planeado como una estrella. Era solo un héroe improvisado en un mundo lleno de pixels rudimentarios. Pero mira tú, el tipo terminó siendo más famoso que muchos actores de Hollywood. Por cierto, ¿sabías que Mario era originalmente carpintero? Claramente, la crisis laboral ya venía fuerte en los años 80.

Una consola para gobernarlas a todas

El verdadero salto vino en 1985 con el Nintendo Entertainment System (NES). La consola fue el salvavidas de una industria que se tambaleaba después del gran «Crash del Videojuego» de 1983, causado por juegos tan pésimos como E.T. para Atari (ese juego tiene su propia historia de terror). De repente, Nintendo tenía a todos los niños del mundo suplicando por una NES en Navidad. Y, bueno, los padres hicieron lo que siempre hacen: endeudarse para mantener felices a sus hijos.

Franquicias eternas: Mario, Zelda y Pokémon

A lo largo de las décadas, Nintendo ha sabido jugar con nuestras emociones. Crearon The Legend of Zelda, una aventura donde un pobre elfo vestido de verde se pasa la vida salvando a una princesa que, curiosamente, nunca aprende a defenderse sola. Luego vino Pokémon, un fenómeno global donde la trama básica es capturar criaturas inocentes y hacerlas luchar entre sí… porque, ¿por qué no?

Super Smash Bros., por su parte, es el sueño de cualquier gamer: resolver conflictos a golpes virtuales entre personajes que normalmente no tendrían nada que ver entre sí. ¿Quién no ha querido alguna vez ver a un fontanero bigotudo darle una paliza a un ratón eléctrico? Solo Nintendo puede hacer que eso tenga sentido.

Una empresa que sabe sorprender (y frustrar a la vez)

Nintendo no solo es conocida por sus éxitos, sino también por su capacidad para frustrar a los fans. Cada nueva consola llega con decisiones extrañas: ¿Retrocompatibilidad? Nah. ¿Buenos servicios online? No gracias. Y sin embargo, cada vez que anuncian algo nuevo, corremos como locos a comprarlo. Porque así es Nintendo: el ex que nunca cambia, pero al que siempre volvemos.

La Switch y el futuro incierto

En 2017, Nintendo dio otro golpe maestro con la Switch, una consola híbrida que puedes usar en casa o llevar a cualquier parte. Ahora puedes jugar en el baño sin interrupciones. Porque, seamos sinceros, ¿quién necesita límites en esta vida? A pesar de sus altibajos, la Switch sigue siendo un éxito, demostrando que Nintendo es el rey de hacer las cosas a su manera, para bien o para mal.

De las cartas a los corazones de los gamers

Nintendo no es solo una empresa; es una experiencia emocional. Nos ha hecho reír, frustrarnos y gastar más dinero del que nos gustaría admitir. Y aunque a veces toma decisiones que desafían toda lógica, sigue siendo la compañía que nos hace sentir como niños otra vez.

Después de todo, si alguna vez lograste lanzar a Bowser por los aires o atrapar a Mewtwo en Pokémon, sabes que cada centavo gastado ha valido la pena… o al menos eso nos decimos para justificarlo.